12.7.09

_______________"La ayuda"

Estoy en una coaster sentado al lado izquierdo, encima de ese maldito bulto de la llanta que no me deja estirar las piernas. Trato de colocar en la mejor posición el rotoso cablecito de mis audífonos de 7 lukas para que se escuche mi heavy metal. Tengo que desconectarme de las voces de esta gente de mierda al menos por esta hora de viaje rutinariamente hostigante. Carajo no se puede! De pronto sube al carro un pata con camisita a rayas y un peinado de esos que te hace tu mamá de niño. Se queda parado al lado de la puerta y nos mira a todos. Su apariencia sólo, ya era interesante, y le tenía una soga a mi mirada. No era un ex convicto, ni un espiritusantiado ex drogadicto. Claro, a esos ni los miro. De igual manera, continué luchando contra mi mp3. No había ningún parado, mas el carro estaba lleno, y con un silencio, por él, y según vi en su cara, brutalmente espectativo. Él, de pie frente a todos, con esa cara que pone uno después de vomitar, contándole a la gente su triste historia. Tenía una hijita “muy linda y es dulce y es juguetona, me ayuda en la casa”, lo dijo con una gran sonrisa paternal, muy tierna y agradable que me hizo sonreír a mí también. Contó que estaba sin trabajo “desde hace tres meses”. Al mismo tiempo que por su “maldita suerte” su hijita de seis años adquiría una terrible fibrosis pulmonar! Era demasiado penoso. Un hombrecillo enrojecido diciendo con la voz resquebrajada y los ojos en lágrimas “mi hijita tiene fibrosis pulmonar y cuando tose vota sangrecita…”. Mostraba en su mano izquierda la receta médica. “Y para mi maldita suerte, señores”, rompe en llanto, “perdónenme por maldecir pero, estoy sin trabajo… no tengo para comprarle sus medicinas… y no quiero que se me muera”, alcancé a entender de su voz llorosa entrecortada. Se me abrió el corazón, después, la memoria.

Logró calmarse un poco y al terminar su relato empezó a suplicarnos “una ayuda, por favor”. Dios nos premiaría por permitirle salvar a su hija, decía. Cosa que a un ateo como yo no le interesa un cobre, pero que si estuve dispuesto a darle unos cuantos de ellos. Caray! De verdad me conmovió! Aun así lo pensé dos veces.

Aun estorbándome el sencillo en mi bolsillo derecho. Le miré sonriente la mano extendida y luego a los ojos. No le di, ni medio.

Te afirmo que no soy un miserable inhumano. Pues en las dos veces que pensé en “la ayuda” me dije:

-¿Se alegrará si le cuento de la actual felicidad de su madre?-vecina mía de la espalda, a la cual aun le faltan todos los adornos de la sala.

-¿O le doy “la ayuda” porque tiene un gran talento histriónico este desgraciado?

Adolfo Campos

1 comentario:

  1. tal parece que voz
    posee una capacidad de narrar increiblee
    eso me es muy interesante!!

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