31.7.08

15.7.08

Tiempo marchito


Dos flores hermosas eran sus alas, él era un alma joven que ahora se encontraba encerrada en sus manos de cristal, pues ella lo aprisionaba sin intención alguna. Pasaban los días sentidos casi eternos, se explicaba a él mismo lo que sentía con un porqué imaginario, tratando de creerse un sueño, y combinando los deseos con la realidad para sentir menos el tiempo, veía que si todo había llegado a ser así de especial, no tendría por qué retroceder y tratar de buscar algo nuevo, ya simplemente era entregar sus sentimientos para lograr su felicidad, “para lograr tanto, algo tan sencillo como eso”. Se sentaba a pensar y aunque teniéndola al lado, sin mirarla, no se sacaba de la mente su sonrisa, su mirada pasiva que siempre parecía esperar una respuesta que le explique las palabras que debía usar para decir lo que sentía, luego de oírlas una expresión eterna que se preguntaba en ellos dos ¿como es posible hacer sentir así a alguien?,y cosas como esas para entonces quería llevar consigo, pues abrir los ojos y estando tan sensible, la probabilidad de chocar con la frialdad incierta del momento, fácilmente lo mataría.

Siempre imaginando con su esperanza infinita, se explicaba:

“Ella no ve con mis ojos,
no vive completamente lo que yo,
no siente con mi cuerpo y no piensa con mi mente…
pero con su mirada,
con la vida que me entrega
o el simple hecho de estar presente,
me demuestra demasiado,
y de lo que sucede ahora,
solo sabré completamente
cuando haya terminado,
por el momento,
dejare que se apoye en mi hombro y esperaré…”

Entusiasta a lo que pudo suceder:

“cada detalle es importante, significa algo y sea cual sea lo recibiría sabiendo que el tiempo pasa, es dueño de todo y todo lo puede cambiar.”

No obstante el tiempo pasaba y ejercía su poder sobre él. Ensimismado miraba alrededor tratando de encontrarse, y no hacía más que pensar en ella y encerrarse más en su ausencia.
Seguían esos días, él queriendo liberarse y a la vez sabiendo que no debía, pues de ser así las manos de cristal caerían en pedazos, ella quedaría lastimada y sin poder tocarlo nunca más. Su piel sin sus caricias lo condenaría a una compañía distante y fría, por nada en el mundo lo quería así, la miró a los ojos nuevamente y sintió su fragilidad, sufriendo la ironía que le mostraba su fuerza atada a la fragilidad de ella, no le quedaba más que esperar.

Sin darse cuenta que el tiempo se le iba acabando, ya que las flores hermosas así encerradas marchitarían pronto, y entonces él no podría volar jamás. Lamentando el fracaso y cuestionándose un posible error cometido, optó al fin por dejar de sentir sus sueños. Decidió así perder sus alas y quedar encerrado hasta que ella decida liberarlo.

Tras temas sin importancia en conversaciones silenciosas, miradas incompletas, caricias interrumpidas que lograron soportar, atenuaron así el padecer del paso del tiempo sin respuestas importantes.

Pasó largo tiempo y ya libre tan sólo caminaba, caminaba pesado cargando sus dos alas marchitas. Lejos ya de él la facilidad de volar entre sus sentimientos y tomar de ellos una respuesta exacta para una explicación sin palabras.

La desilusión fue en ella, pues ya no veía en él, el alma libre que podía volar esplendorosa. Él llevaba en la espalda el recuerdo de un tiempo mejor, el silencio y las preguntas ajenas a su actual condición, a las que ya no servía de nada responder.
Le dio a ver la vida que era verdad aquello que escuchó:

“Es un vicio navegar por lo sueños perfectos, me lo dijeron varios barcos naufragados.”

Y así fue como empezó a navegar sometiéndose a un rescate incógnito calado por el reflejo de la suerte que él ponía en los demás. Cansado de esperar una novedad, se decía nuevamente “el tiempo es dueño de todo, y todo lo puede cambiar”, pero ¿seguía pasando el tiempo sobre él? Se veía inmóvil en medio de la nada.

Los pétalos marchitos fueron cayendo y el peso poco a poco disminuyó. Entonces ahora los dos caminaban igual, pero se perdieron del viaje que les ofrecía sus alas y el poder volar con la fuerza de su amor.

Internándose en su memoria y observando sus condiciones rescató una conclusión:

“Las alas cortadas brotan de nuevo si el amor es verdadero, pero queda el recuerdo de un tiempo mejor”.


Adolfo Campos

12.7.08

Tú mi desierto


Amanecí en pleno desierto, no sé cómo llegué hasta aquí, recostado entre pequeñas dunas, entre las sombras placenteras de su silueta. Su sol abrasador nos quema la piel, y a la vez siento este frío desértico tan conflictivo y aturdidor, mis explicaciones me confunden más y me alejo. De pronto, veo un pequeño paraíso en medio de tanta desolación, veo su mano que me busca en el espacio vacío, en el espacio de mi ausencia. Me aproximo hacia ella y muy suavemente dibujo nuevas sombras sobre su piel. Mis sensaciones por su textura sólo se atenúan por el aletargo que me da la vista de éste paraíso. No me explico todavía cómo llegué hasta aquí. No hay respuesta lógica. Es muy fácil perderse en el desierto. ¿Cuánto tardaré aquí? ¿Cuánto durará esto? No existe salida que mis sentidos quieran asimilar. El viento que extiende el aroma húmedo de sus labios me aprisiona encerrándome en un espejismo casi eterno. Espejismo. Me acerco apenas y empiezo a sentir nuevamente el dolor de aquellas mordeduras de serpientes escondidas bajo la arena. Recuerdos. Me alejo otra vez, y otra vez olvido que existen sólo círculos para los pasos en el desierto, y que volveré a encontrarme con aquellas sombras que dibujan las ardientes dunas de su piel. Más sombras agregadas por mí, como animales sin rumbo que caminan por instinto. No hay salida.

- ¿que haces ahí parado?-me dice con voz de ternura infantil, que me desquebraja el pecho y me ofende a la vez.

- mmm…pensando un poco.- (te odio) mirándola fijamente-
- ¿Y en qué?

- En ti.

- Me tienes aquí desnuda esperando tu abrigo... ¿y piensas?...deja de pensar por ahora y déjate llevar…siente.

- ¿Siento?...siento frío-(eres un espejismo, cuando esté a punto de tocarte y piense que en realidad he llegado a ti…nada más desapareces. Llevas serpientes bajo la arena y ese veneno que se esconde bajo las sombras de tu silueta, no volveré a tocarte)-mejor me voy.

Ella se pone de pie…y se descubre ante mis ojos.

Mas círculos en el desierto…No hay salida.


Adolfo Campos